Todos los días en las oficinas de reclutamiento de empresas grandes y pequeñas de nuestro país, hay un desfile de candidatos buscando una oportunidad para emplearse. Llevar el plato a la mesa, construir un patrimonio y sacar adelante a los hijos, son algunas de muchas razones para conseguir un empleo, uno bueno y bien pagado de preferencia.
Entre los pocos o muchos requisitos que se les solicita cumplir, hay uno que decide hasta dónde y hasta cuando, el solicitante puede llegar en la escala organizacional de la empresa: Sus conocimientos comprobables, es decir, todo aquello que el solicitante sepa ser y hacer que esté respaldado por un documento.
En el mundo de las empresas, papelito habla.
El aprendizaje empírico, ganado a través de la experiencia, el tiempo, los errores y los aciertos es insustituible, así como un documento oficial lo es también. No podemos cambiar el uno por el otro, en este mundo global lo oficial va de la mano de lo extraoficial, certificación más experiencia es el camino seguro del éxito profesional.
Ahora bien, resulta que ya somos licenciados/arquitectos/ingenieros ¿Ya podemos ser mandamás? ¿Ya voy a ganar suficiente? En definitiva la respuesta es: No. Un grado académico no asegura nada y aunque es un buen inicio, el secreto está en la educación continua, aprendizaje constante, actualización permanente, invertir en el activo más importante de nuestras vidas: Nosotros mismos.
Lamentablemente para muchos, existen aún hoy día mitos con respecto a la capacidad de los adultos para aprender, hay quienes dicen que un nuevo conocimiento solo es capaz de entrar en la “tatema” hasta cierta edad: Chango viejo no aprende maroma nueva.
La parábola de Cunningham expresa con fidelidad una de las desventajas del adulto aprendiz, solemos creer que al llegar a la mayoría de edad estamos completos y finalmente podemos actuar, que lo aprendido suficiente; hasta que nos damos cuenta de que somos cognitivamente obsoletos y lo que pudo convertirse en una mina de diamantes fue dejada por “no cargar” nuestros bolsillos, esta forma de ver la vida adulta y la educación no es del todo responsabilidad del individuo, en América Latina no estamos acostumbrados a ver la educación como un proceso de por vida, por tanto representa un esfuerzo extraordinario y a veces extraño para quienes no lo comprenden y continuar la educación hasta que el cuerpo aguante.
Como ventajas, el adulto tiene la independencia en sus decisiones, mas la experiencia que suele acompañar al individuo, la complejidad de su pensamiento y cuando esto es acompañado por una mente convencida de que el nuevo conocimiento representa utilidad inmediata y, en este caso, la oportunidad de obtener un empleo bien remunerado, el estudiante adulto se convierte muy pronto en maestro. (enlacedelacosta.com.mx)