
El PAN atraviesa su mayor crisis desde 1939. Derrotas, pérdida de identidad y deserción masiva lo acercan a la irrelevancia
El Partido Acción Nacional (PAN), emblema histórico de la derecha mexicana y protagonista de la alternancia presidencial en el año 2000, enfrenta en 2025 una crisis existencial que podría marcar su desaparición como fuerza política nacional. Lo que alguna vez fue un bastión conservador con millones de votantes y una identidad ideológica clara, hoy lucha por mantenerse vigente entre divisiones internas, derrotas electorales y pérdida de su base militante.
Según el Instituto Nacional Electoral (INE), el PAN cuenta con apenas 277 mil militantes activos, su cifra más baja en décadas. Esto representa no solo un debilitamiento político, sino una amenaza real a su registro nacional, el cual podría perderse si no logra mejorar su votación y estructura territorial rumbo a 2027.
Fundado en 1939 como oposición al régimen priista, el PAN encarnaba principios de liberalismo económico, valores católicos y republicanismo institucional. Durante décadas resistió como minoría hasta llegar a la presidencia con Vicente Fox en 2000 y Felipe Calderón en 2006. Hoy, sin embargo, esas credenciales parecen desvanecerse.
La derrota electoral en 2024, sumada a alianzas contradictorias y a una estrategia de acercamiento hacia sectores progresistas como el feminismo o la diversidad sexual –sin éxito ni respaldo real– ha generado un sentimiento de traición entre su electorado conservador, mientras no logra captar simpatías nuevas.
En palabras de analistas, el PAN es hoy un partido que “no representa a nadie”, incapaz de mantener su esencia y ajeno al pulso ciudadano. Las redes sociales reflejan este desencanto: lo describen como un partido que intenta agradar a todos sin lograrlo, diluyendo su identidad y perdiendo su electorado natural.
Más allá de los errores ideológicos, el problema es estructural. El PAN se ha vuelto un aparato elitista, donde el interés personal de sus dirigentes prima sobre la construcción de un proyecto de nación. La dirigencia nacional, encabezada por Marko Cortés, es señalada por militantes y exlíderes como Ricardo Anaya de mantener una política de “supervivencia individual”.
En un foro realizado el 14 de agosto, líderes del PAN hablaron de “construir el PAN que queremos”, pero sin propuestas reales ni medidas concretas. Mientras tanto, Morena supera los 2.3 millones de militantes, consolidando su hegemonía mientras el PAN se desvanece en cifras y presencia.
A pesar del descontento social creciente por la inseguridad, estancamiento económico y escándalos de corrupción que ya aquejan al gobierno de Claudia Sheinbaum, el PAN no ha logrado capitalizar estos problemas ni presentar una alternativa política sólida.
La situación es tan grave que varios analistas y panistas históricos ya no hablan de una simple derrota electoral, sino de una crisis de identidad y existencia. El partido ha perdido su base, traicionado sus principios y desdibujado su proyecto ideológico en un intento fallido por reinventarse.
“El PAN tiene que elegir entre reinventarse o morir”, advirtió recientemente Ricardo Anaya. Pero en lugar de escuchar estas advertencias, el partido parece más enfocado en proteger a sus cuadros dirigentes que en renovar su base política.
Con la posible extinción del PAN, México se quedaría sin una derecha institucional capaz de disputar el poder democráticamente. El vacío podría ser llenado por movimientos de corte populista, religioso o de derecha radical, como ha ocurrido en otros países.
Sin una reforma interna real, sin devolver el poder a las bases y sin redefinir su ideología para adaptarse a los nuevos tiempos sin perder su esencia, el PAN corre el riesgo de convertirse en una nota al pie de la historia política mexicana.
Por: Sagrario Martínez Sánchez y Froylán Méndez Ferrer
Afiliados al Sindicato Nacional de Medios de Comunicación (SINMCO)