> Pablo Hernández y Bernabé Abraján, padres de dos normalistas de Ayotzinapa de quienes se desconoce su paradero desde 2014, visitaron el ITESO para participar en una charla en la que reivindicaron la exigencia que mantienen desde hace un decenio: verdad y justicia para sus hijos. La actividad se realizó en el marco de la Cátedra Jorge Manzano, SJ.
Enlace de la Costa
Oaxaca de Juárez,Oax.
27 de septiembre de 2024.
En un emotivo encuentro celebrado en el ITESO, se conmemoró el décimo aniversario de la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa. Bajo la sombra de 43 árboles, cada uno simbólicamente dedicado a un estudiante, padres y estudiantes se reunieron para recordar y exigir justicia en un caso que ha marcado a México.
Pablo Hernández y Bernabé Abraján, padres de Miguel Ángel y Adán, respectivamente, compartieron su dolor y esperanza en el diálogo titulado “A 10 años de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa”, parte de la Cátedra Jorge Manzano, SJ. “El ITESO es su casa”, afirmó Elías González, coordinador de la cátedra, mientras los rostros de los desaparecidos, en fotos y dibujos, se exhibían en el recinto.
El académico Alejandro García abrió el diálogo con un recuento de los eventos desde la noche del 26 de septiembre de 2014, detallando las investigaciones fallidas, la intervención del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) y la controvertida “verdad histórica” del gobierno. Armando Bañuelos, coordinador en Jalisco de la Asamblea Popular y Solidaria, destacó el activismo continuo que ha acompañado a las familias en su lucha por justicia y verdad.
Pablo Hernández relató cómo su hijo, un aspirante a maestro, fue víctima de una “masacre de Estado”. Recordó las promesas de Andrés Manuel López Obrador durante su campaña, las cuales, según él, se han visto frustradas. “Ha sido una mentira del gobierno que no quiere que sigamos con nuestra lucha”, enfatizó, agradeciendo el apoyo de los estudiantes presentes.
Bernabé Abraján compartió su desgarrador testimonio sobre la desaparición de su hijo. Con la voz entrecortada, recordó los esfuerzos de búsqueda y el dolor de no tener respuestas. “Tuvimos que hacer de policía, de investigadores, porque el gobierno no hizo nada”, lamentó.
El diálogo se convirtió en un espacio de intercambio donde tanto estudiantes como padres expresaron su solidaridad. “Todavía no recibimos verdad ni justicia”, expresó Abraján, llamando a la comunidad a no dejarse llevar por el miedo y a alzar la voz.
El evento culminó con un eco que resuena desde hace años: “Porque vivos se los llevaron, vivos los queremos”. Mientras los estudiantes se retiraban, Pablo y Bernabé recorrían el campus, acompañados por sus anfitriones, hacia los 43 árboles que llevan la memoria de sus hijos. En cada hoja, en cada flor, permanece viva la esperanza de que la verdad y la justicia algún día prevalezcan.